Un pequeño cuento de Navidad
Por: Jaime Ybarra
Preguntaba el hoy al ayer el porqué, al finalizar el día, se había oscurecido hasta llegar a hacerse de noche.
El ayer le contestaba que lo que había hecho era taparse los ojos para no ver su participación en el pasar de los tiempos.
El hoy quedó tan satisfecho con la respuesta que se dijo a sí mismo que empezaría a obrar de la misma manera para no sentirse partícipe en ese transcurrir de los tiempos.
Así, el hoy y el ayer, cubriéndose los ojos, decidieron que fuera el mañana quien cargara con el sentimiento del discurrir de los tiempos.
No contaban ninguno de los dos que el mañana, tan ducho en estar sobre aviso de lo que acontece antes que él, ya había tomado buena nota de esa especie del juego de ‘la gallinita ciega’ iniciado por el ayer y el hoy y, a su vez, ya había ocultado con sus manos la vista, para no sentirse como el único participe a quien achacar el fluir de los tiempos.
Llegó el día en el que un amanecer, para engrandecerse tras la penumbra de la noche, llenó los cielos de esa luz especial con la que alumbran los parabienes y las congratulaciones. Le pusieron a ese día número y nombre para que perdurase.
Le pusieron 25 y de nombre Diciembre.
¿Quién es este día que ha venido a perturbar nuestro juego del ‘pío, pío, que yo no he sido’ y se atreve a descubrir sus ojos? ¿Es que acaso quiere asumir ese reto del paso del tiempo? Se preguntaban malhumorados los ayeres, los hoy y los mañanas.
No se daban cuenta de que ‘25 Diciembre’, al abrir sus ojos, había sido el primero de todos los días en observar cómo un niño, con la sola presencia de su nacimiento, empezaba a ofrecer el tiempo de la eternidad.
Y ‘25 Diciembre’, erigiéndose en anunciador de esa buena nueva, les dijo a los ayeres, los hoy y los mañanas.
¡No tengáis miedo! Abrir bien los ojos. Dejad que pasen por delante de ellos los días y las noches. ¡Ha nacido la promesa de un tiempo de vida eterna!
¡Ha nacido el Niño Dios!
Al oír esta promesa, los ayeres, los hoy y los mañanas; volvieron a asumir su papel en el paso del tiempo y se saludaban amistosos dándose las buenas noches y los buenos días.
No me quiero despedir poniendo fin a este pequeño cuento de Navidad, sin desearos la misma felicidad que descubrió ‘25 Diciembre’.
¡¡¡FELIZ NAVIDAD!!!












