Sobre la enfermedad

Por: Adelina, LMSC

Me gustaría escribir sobre lo que significa caer enfermo para mí. La enfermedad esa que nadie desea ni espera, pero que surge sin avisar y nos cambia los planes que teníamos y, muchas veces, la vida. Los primeros momentos son desconcertantes: ¿Por qué a mí? También de enfado, ya que nunca es un buen momento para estar enferma, y en ese pequeño caos mental y después del diagnóstico del médico, lo comentas y surge alguien cercano que te dice: “Hija, ¡qué se le va a hacer!, es voluntad de Dios”. ¡Nooooo! «Dios ha creado al hombre para la felicidad y para la vida, mientras que la enfermedad y la muerte han entrado en el mundo como consecuencia del pecado» (Sab 2,23-24).

La cercanía de Dios al sufrimiento del hombre la vemos en Jesús mismo. En esos momentos de enfermedad, ¿nos acordamos de Dios o sólo pensamos en protestar? Nos enfadamos incluso con los médicos, por no encontrar soluciones rápidas a nuestros males. Dios está siempre contigo, sólo tienes que dejar que participe de tu inseguridad en esos momentos. Como he dicho nada más comenzar este texto, quiero expresar lo que es caer enfermo para mí y me gustaría, como también pone al final de la página, que enviases tu propia reflexión o vivencia. Para mí, Él sólo te pide que este regalo ¡sí, regalo! que te detiene en la cama o en casa sin apenas ganas de nada, lo aproveches para limpiar tu corazón que está lleno de tantas impurezas, de tantos egos, desaires, enfados… y todo lo negativo que acumulamos, que muchas veces no nos deja ver lo importante que podemos ser, incluso enfermos, para mucha gente a nuestro alrededor que espera un saludo cariñoso, una llamada, un agradecimiento. Sin mencionar lo material que acumulamos que haría feliz a mucha gente.

¿Es fácil esta etapa? Sí, si le pides a Dios que te acompañe, que entre en ti y te aconseje, sobre todo para que no te sorprendas mucho y para que tengas con Él ese diálogo que puede aclararte el pensamiento. En estos momentos de dolor físico, nos preguntamos sobre el sentido de la propia vida. ¿En cuántas otras ocasiones lo has pensado? Ante el misterio del dolor, la palabra del Señor nos dice que los momentos adversos pasan, pero creo que le gustaría que sirvieran para que tú experimentaras un cambio en tu forma de vida, que vieras lo negativo con esperanza.

Cada uno tiene sin duda su experiencia con el Espíritu Santo. La mía es bien sencillita: todas las mañanas, al despertar, le doy gracias por un día más de vida. Me gusta asomarme a la ventana y mirar el cielo y sus cambios, unas veces tan azul claro, otras con nubes o casi negro y le comento lo que pienso hacer: si estoy para salir o si me tengo que quedar haciendo tareas, sin fuerzas, en casa. Son tantas cosas que yo misma me sorprendo y confieso que algunas me hacen mucha ilusión hacerlas y otras no tanto. Por la noche, antes de dormir, vuelvo a llamar su atención y le cuento cómo me fue y que sigo con la ilusión del nuevo día. La enfermedad espiritual es un continuo malestar. Cuando una persona no encuentra sentido a su vida y no está conforme con sus creencias y valores, todo lo hace con desgana. La enfermedad del cuerpo para Jesús es un símbolo de esa otra enfermedad que lleva a la muerte eterna: el pecado. Jesús ha venido a buscar a esos enfermos. Y los enfermos buscamos a Jesús con el anhelo de recibir la salud y la esperanza que muchas veces despreciamos. Tengo una vecina, que si me la encuentro al salir de casa, le saludo con un “buenos días o tardes” y con la esperanza de que algún día me conteste. Yo pienso que es timidez, aunque la gente de la casa piensa otra cosa, son un poquito más vengativos que yo, que procuro darle la vuelta a ciertas cosas, pero los iré convenciendo si Dios me da vida.

Cada mes, los Laicos MSC, te proponen un tema para hacerte pensar. Puedes enviar tu reflexión a: Avda. Pío XII, 31. 28016 Madrid o correo electrónico: asociacion@misacores.org.

 

Foto: www.freepik.com

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