Pásamelo por WhatsApp
«Ayudaos mutuamente a llevar vuestras cargas y cumplid así la ley de Cristo». (Gálatas 6,2)
Javier Trapero @trapiscolaviski
Correo electrónico: comunicacion@misacores.org.
Recuerdo que cuando era joven, si alguien contaba algo que le había pasado, que no le gustaba del todo, y era similar a otra situación que te pasaba más o menos habitualmente a ti, le decíamos: «Venga, ¿cambiamos cromos?». Era una manera de quitarle importancia y de aminorar la carga de lo sucedido compartiéndola, ya que sin contar las penas propias, le estabas haciendo ver que tú también puedes intercambiar situaciones similares como si fuesen cromos o estampitas coleccionables. Una forma de empatizar con la otra persona.
Pues bien, parece ser que el término se ha modernizado. Hace poco, me contaba un sacerdote, del que esta vez no voy a desvelar su identidad por ‘secreto de confesión’, que una persona que se acercó, precisamente al confesionario, le comentó que se sentía mal, que creía que debía acudir al sacramento de la reconciliación para arrepentirse por su adicción a las redes sociales. Ni corto ni perezoso, el sacerdote le contestó: «Pásamelo por WhatsApp». La misma intención tenía esta frase que aquella que decíamos en mi juventud, la de ‘cambiar cromos’ de situaciones personales parecidas. Una manera de decirle: «Yo también soy adicto al móvil». Imagino que la persona que estaba confesando sus faltas debió quedarse perpleja, pero aliviada. El final de la confesión lo desconozco, lógicamente el sacerdote en cuestión no me lo desveló por aquello del ‘secreto profesional’, pero me hizo pensar en la actitud de empatía que tuvo el confesor con esta persona. Cuántas veces necesitamos que alguien nos escuche, nos comprenda desde nuestra fragilidad y nos haga ver que sólo Dios es perfecto.
Admiro la actitud del sacerdote. A veces, me gustaría ser confesor. No por la otra persona, por mí. Creo que es más fácil compartir aquello que me remueve por dentro, no sólo lo que debería pasar por el examen de conciencia y el propósito de enmienda, con otra persona que se acerca con la misma actitud humilde de quien necesita una voz amiga. «Ayudaos mutuamente a llevar vuestras cargas y cumplid así la ley de Cristo» (Gálatas 6,2).
Qué bonito este versículo. Llevar la carga compartida, con el único fin de cumplir la ley de Cristo. La de amarse mutuamente, como Él nos amó. «Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso» (Mt 11,28).
Este otro versículo, espectacular. No sólo san Pablo nos anima a compartir la carga en su carta a los gálatas, sino que el mismo Jesús nos dice que nos acerquemos a Él llevando esa carga, que ya se encargará de darnos descanso. Menudo alivio.











