Por el correr de la vida
Por: Pilar, LMSC
Hay vivencias que se graban en la mente de las personas con tal sutileza, que es difícil olvidarlas. Algo así nos ocurre a los que tenemos la suerte de conocer Valdeteja. Allí nos hemos reunido muchas veces los Laicos de la Familia Chevalier. Para los que no conocéis esta aldeíta, os diré que está situada en la provincia de León y perdida, gracias a Dios, en las estribaciones de los Picos de Europa. Es difícil llegar. Curvas y ‘requetecurvas’ serpentean unas preciosas montañas blancas, rocosas, agrestes, peladas, poderosas, con la belleza de lo diferente. A medida que avanzamos, por momentUna vez más, me siento ante un folio pensando en compartir con vosotros algún recuerdo o experiencia adquirida en este caminar por la vida hacia los brazos amorosos del Padre celestial de todos.
Cuando yo era joven, no nos hablaban del Padre amoroso del Cielo, nos lo presentaban más bien como el Padre justo y estricto. Lo cierto es que no nos inspiraba la confianza y ternura con la que hoy nos dirigimos a Él, le hablamos, le agradecemos, le pedimos y tratamos de amarlo con el amor más grande y sincero que podemos, con nuestra pobre naturaleza, que se queda tan corta y pequeña frente a Él.
Pero, ¿cómo podemos nosotros corresponderle a tanto amor y entrega por nosotros? Está claro que nunca podríamos. Tampoco Él nos exige tanto, ni cuenta con ello. Nos pide que lo hagamos con nuestra capacidad de amar y que deseemos agradarle. Ahora bien, también nos pide que amemos a nuestros hermanos. Ahí tenemos que poner nuestro empeño y pensar que todos somos hijos de Dios y que a Él, como Padre, no le puede gustar que sólo nos ocupemos de nosotros mismos y de quienes nos caen bien.
No nos pide que los metamos en nuestra casa sino que les ayudemos a conseguir una forma de vida digna en su propio hogar y familia, que siempre que un hermano tiene una necesidad, le atendamos; que le ayudemos en lo posible para poder solucionar sus problemas; que no nos despreocupemos de los demás, es decir, que no les cerremos nuestro corazón y miremos para otro lado.
Yo que soy mayor, observo que la vida actual va muy deprisa en acontecimientos, noticias y sucesos, por lo que casi no tenemos tiempo ni para nosotros mismos. Además, para colmo, tenemos esos móviles que nos distraen. Esto me recuerda una frase que hace unos años leí impresa en las servilletitas de un bar: “El móvil te acerca a las personas que están lejos, pero te alejan de las que están a tu lado”. Y, ciertamente, mirando al rededor, veías a parejas que no hablaban entre sí, entretenidas con su móvil.
Los niños, actualmente, deben sentir más soledad; de hecho cada día tienen más problemas incluso en los colegios y no sé si cuentan con personas que les escuchen y valoren sus dificultades, poniéndose en su edad y estudiando sus causas y cómo les afectan, para poder ayudarles a salir de ellas. Creo que con frecuencia se encuentran muy solos. A la juventud actual debe de ocurrirle lo mismo y nosotros, como sociedad, no debemos despreocuparnos, sino más bien aportar, siempre que podamos, alguna luz, que si viene iluminada por el Espíritu Santo, siempre será eficaz. A mi parecer, lo correcto es no despreocuparnos y dejarlo estar, porque oyes noticias sobre adolescentes que te dejan aturdida y con mal sabor de boca, y te hacen preguntarte qué está pasando en nuestras sociedades.
Es cierto que en este momento no se me ocurre cosa alguna que pudiera remediar o paliar estas situaciones, pero estoy segura de que con la ayuda e inspiración del Espíritu Santo se podrá hacer algo pronto, para mejorar este problema y algunos otros que no menciono, pero que existen y son bastantes. Nosotros, conocedores de que las cosas importantes no las podemos solucionar siempre solos y cuanto antes, podemos poner el problema a los pies de Nuestra Señora del Sagrado Corazón y pedir a ese Espíritu que nos ilumine, para que podamos ayudarles en tantos asuntos preocupantes, como la vida actual tiene hasta para los niños.
Cada mes, los Laicos de la Familia Chevalier, te proponen un tema para hacerte pensar. Puedes enviar tu reflexión a: Avda. Pío XII, 31. 28016 Madrid o correo electrónico: asociacion@misacores.org.












