Fruto de la misión compartida (Papúa Nueva Guinea)
San Peter To Rot
El Papa León XIV ha proclamado santo al laico mártir MSC Peter To Rot. Su historia es excepcional por muchas razones: es el primer santo nativo de Papúa Nueva Guinea; un firme defensor del matrimonio y la familia; un catequista profundamente comprometido con la obra de los Misioneros del Sagrado Corazón; y, en definitiva, un ejemplo de santidad nacida de la colaboración entre misioneros y laicos en la tarea evangelizadora.
Por: Javier Trapero

© Vatican Media
“Estoy en prisión por aquellos que rompen sus votos matrimoniales y por aquellos que no quieren ver avanzar la obra de Dios. Eso es todo. Debo morir. Ya me han condenado a muerte”. Estas palabras, pronunciadas poco antes de su ejecución, resumen las causas de su martirio. Sin embargo, para comprender plenamente su significado, es necesario conocer los acontecimientos que marcaron su vida y su fe, pues sólo así se entiende su profunda vida de fe y su santidad.
Su familia y la misión. Los padres de Peter To Rot se encontraban entre los primeros nativos bautizados de Rakanui, en la isla de Nueva Bretaña y su pueblo natal. Este hecho, ocurrido tan sólo catorce años antes del nacimiento de Peter, refleja el alcance de la labor misionera iniciada por los Misioneros del Sagrado Corazón a finales del siglo XIX. Su padre, Angelo To Puia, era el jefe de la comunidad. Su conversión simbolizaba la aceptación del mensaje cristiano por parte del pueblo indígena, así como el abandono de antiguas prácticas como la brujería y el canibalismo, profundamente enraizadas en su cultura.
Tan sincera fue su fe desde el comienzo que Angelo To Puia ofreció los terrenos para levantar la iglesia, la escuela y la residencia de los misioneros, que llegaron en 1882 a petición del Papa León XIII, quien encargó personalmente esta misión a nuestro fundador, el P. Julio Chevalier.
El liderazgo de Angelo y su bondad lo convirtieron en un referente de respeto. Su esposa, María Ia Tumul, también compartía esa fe viva y sencilla y juntos se convirtieron en ejemplo de cómo la nueva fe podía transformar no sólo los corazones, sino ir más allá y transformar también la vida de toda una comunidad. Ambos establecieron una estrecha amistad con los misioneros, de modo que su estilo de vida cristiana se volvió modelo para su pueblo.
Vocación y servicio. En ese hogar, lleno de oración y servicio, creció Peter. Desde pequeño, se sentía atraído por la celebración de la Eucaristía. Le encantaba servir en misa todos los días de la semana, y pronto entabló una sincera amistad con el P. Carl Laufer, msc, quien lo animó a ingresar en la escuela de catequistas al cumplir los 18 años.
Convertirse en catequista suponía una decisión de fuerte compromiso. En las misiones, estos hombres y mujeres eran los pilares de la comunidad. Eran quienes mantenían viva la fe cuando los misioneros no podían estar presentes. Bautizaban, acompañaban a los enfermos, celebraban matrimonios y reunían al pueblo para orar. Su vida entera se transformaba en servicio y su fe en ejemplo. Peter asumió esa vocación con alegría. Tenía un carácter tranquilo, pero una voluntad firme. Su fe no era ruidosa, sino profunda, y su compromiso con su gente era total. No predicaba con grandes discursos, sino con su presencia, con su entrega y su fidelidad silenciosa.
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El tiempo de la prueba. En muchos casos, este compromiso de catequistas llegaba, y aún hoy en día llega, hasta el sacrificio de la propia vida. Le sucedió a Peter To Rot, como les ocurrió en Guatemala durante los años 80, a varios catequistas que fueron asesinados por continuar el trabajo misionero tras la expulsión de los MSC.
El caso de Peter sucede durante la Segunda Guerra Mundial. En 1942, la invasión japonesa de Papúa Nueva Guinea cambió radicalmente la situación. Los misioneros fueron encarcelados, aunque inicialmente se permitió a la población practicar su fe. En este contexto, Peter To Rot se convirtió en una figura esencial para sostener la vida religiosa de su comunidad. Con el paso del tiempo, las autoridades japonesas endurecieron las restricciones hasta prohibir cualquier actividad religiosa.
Peter, sin embargo, se mantuvo firme en su vocación. Comprendió entonces que debía conservar la vida espiritual de su pueblo. Organizó oraciones, catequesis y celebraciones sencillas. No se detuvo. Salía de noche, en secreto, para visitar a las familias, rezar con ellas y ofrecer los sacramentos. Sentía que no podía abandonar a su comunidad, aun sabiendo que su vida corría peligro.
Defensor del matrimonio cristiano. Cuando la guerra se acercaba a su fin, los japoneses, buscando congraciarse con los nativos, promovieron el retorno de antiguas costumbres, entre ellas la poligamia. Ante esta situación, Peter To Rot hizo aún más fuerte su compromiso con el matrimonio cristiano, oponiéndose con firmeza a que se restablecieran prácticas contrarias al Evangelio.
Su postura incomodó a muchos, entre ellos a hombres poderosos que querían tener como esposas a mujeres ya casadas. Uno de ellos, el policía To Metapa, al que reprendió personalmente, aprovechó la ocasión para arrestarlo tras acusarlo de continuar con sus actividades religiosas.
En prisión, Peter mostró serenidad y convicción. No se arrepintió en ningún momento de sus acciones; al contrario, reiteró su defensa del matrimonio cristiano y de su deber como catequista, aun sabiendo el riesgo que corría. Quienes lo visitaron lo recuerdan sereno, convencido de que había hecho lo correcto. No se arrepintió ni un instante. Sabía que defender la fe y la dignidad del matrimonio era defender la verdad del Evangelio.
La entrega total. A comienzos de julio de 1945, aprovechando que Peter tenía un pequeño resfriado, fue visitado por un médico que le administró una inyección y un supuesto medicamento. Poco después, comenzó a sentirse mal y cuando intentó vomitar el mismo médico le tapó la boca y Peter murió.
Allí acudió To Metapa, el policía que lo había detenido. Este, poco después, declaró fríamente: “El ‘chico de la misión’ estaba enfermo y ha muerto”.
La vida sencilla, pero heroica, de San Peter To Rot sigue siendo testimonio de cómo la santidad puede florecer en lo cotidiano, en el compromiso silencioso y en la fidelidad hasta el final. No empuñó armas ni levantó banderas; su fuerza fue el Evangelio, su arma, la verdad, y su legado, una fe que sigue viva entre los suyos… y entre nosotros.
La simbología del cuadro conmemorativo

Este retrato, conmemorativo de la canonización de san Peter To Rot, es obra del pintor español Raúl Berzosa Fernández. Los símbolos representados son:
· El rostro. Existe, tan sólo, una fotografía de Peter To Rot. En ella está basada la realización de esta pintura del santo.
· La Biblia en su mano derecha. La Escritura y la Eucaristía fueron su alimento diario y lo que le dio fuerzas para afrontar el martirio.
· Las alianzas en su mano izquierda. Peter To Rot entregó su vida por defender los planes de Dios para la familia y el sacramento del matrimonio. La unión entre hombre y mujer, hasta el final. Además, las alianzas son símbolo del designio divino para el matrimonio y la familia.
· La cruz del catequista. Peter To Rot siempre se sintió orgulloso de mostrarse como un colaborador y servidor de Dios y nunca lo tapó. Estando en prisión dijo a su mujer: «Tráeme de casa el crucifijo del catequista». Deseaba morir con la cruz sobre el pecho.
La experiencia de la canonización

Una vez más emocionada y sobrecogida por la acogida de los Misioneros del Sagrado Corazón al llegar a Roma para la canonización de Peter To Rot.
Increíble experiencia y convencimiento absoluto de que el carisma de la Familia Chevalier lo puede todo. El mensaje de amor y acogida que nos transmiten es sobrecogedor, a mí me abre el corazón y el alma, me inspira y reconforta su legado. Quieren y logran que te sientas uno más entre ellos, tienden sus manos para dar sin esperar recibir, la ayuda al otro es su lema y la forma de entender la vida: se respira cristiandad entre ellos, con ellos me siento como en una balsa de paz.
Esta calidez humana unida al inspirador mensaje cristiano que ofrecen en sus actos, mensajes y homilías me hacen sentir a Dios como parte de mí y en mí.
Experimentando esto he sido consciente de cuán inspirador tuvo que ser el encuentro del padre de Peter To Rot con los primeros Misioneros del Sagrado Corazón que llegaron a Papúa Nueva Guinea, a evangelizar a los miembros de su comunidad. Tan claro le hicieron ver la importancia de la entrega a los demás que su hijo Peter no dudó en sacrificar su vida personal y familiar por el bien de su comunidad. Y ¡ahora santo!, es un ejemplo para que nos demos cuenta de que como Laicos de la Familia Chevalier podemos y debemos profundizar en la evangelización cristiana para ayudar a los demás.
Gratísima experiencia la vivida en Roma estos días entre mis queridos Misioneros del Sagrado Corazón, sintiéndome parte de ellos.
Silvia González del Amo, LMSC
























