Prefiero ser engañado
«Me disteis de comer»; «me disteis de beber»; «me acogisteis»; «me vestisteis»; «me visitasteis»; «vinisteis a verme»;… (Mt 25,31-46)
Javier Trapero @trapiscolaviski
Correo electrónico: comunicacion@misacores.org.
Puede que recuerdes esta parábola. «Era un hombre rico que vestía de púrpura y lino, y celebraba todos los días espléndidas fiestas. Y uno pobre, llamado Lázaro, que, echado junto a su portal, cubierto de llagas, deseaba hartarse de lo que caía de la mesa del rico… pero hasta los perros venían y le lamían las llagas» (Lc 16,19-21).
La figura de Lázaro le sirve a Jesús para hacernos ver la distancia económica y social que hay entre éste, al que los perros lamían las llagas, y que «deseaba hartarse de lo que caía de la mesa del rico», y el hombre rico que, vestido de púrpura y lino, «celebraba todos los días espléndidas fiestas».
Esa distancia existe hoy. La puedes ver cada día. Hay infinidad de personas a la puerta de nuestras casas y no, precisamente, de forma metafórica. Cada martes, llegan al Santuario de Nuestra Señora del Sagrado Corazón de Madrid alrededor de 200 personas en busca de un empleo. Algunas se acercan, incluso, para preguntar si también se dan alimentos. Llegan de otras partes del mundo. Muchas de ellas huyen de situaciones extremas con la esperanza de encontrar aquí una vida tranquila y digna.
No se puede apartar la mirada, hacer caso omiso de lo que sucede cuando a algunas personas parecidas a Lázaro, se les escucha decir: “aquí, por lo menos, puedo salir a la calle”. Vienen de situaciones insostenibles. De lugares donde vivir se ha vuelto muy difícil… Tristemente, son muchas las oportunidades que tenemos para reconocer a Lázaro. A veces, lo hacemos con el miedo a si me están engañando, si estoy provocando un efecto llamada, si esto perjudica a mis hijos, si la situación deteriora el bienestar social que nos hemos dado, si vienen a cambiar nuestra cultura… “Al dar limosna, Julio Chevalier prefería ser engañado a tener que correr el riesgo de no dar a alguien que sufría y que necesitaba de su atención” (C. Hériault, MSC, Notas sobre T.R.P Chevalier. Ms.).
Y, ¿qué decía Jesús? «Me disteis de comer»; «me disteis de beber»; «me acogisteis»; «me vestisteis»; «me visitasteis»; «vinisteis a verme»;… (Mt 25,31-46).
«Al forastero que reside junto a vosotros, le miraréis como a uno de vuestro pueblo y lo amarás como a ti mismo» (Lv 19,34). Si seguimos criterios fuera del Evangelio, cuesta reconocer a Cristo en el rostro de los forasteros.
«Estaremos atentos, como lo estaba nuestro Fundador, a los que sufren y a los que están en necesidad» (Const. MSC 21).
A mí, como al Padre Julio Chevalier, que me engañen.












