¿Cómo será esto posible?
Las palabras de María (I)
Por: P. Jaime Rosique, msc
De María se pueden decir muchas cosas. Sí, se podrían destacar muchas cosas de Ella, pero yo creo una de las más importantes, la que necesito aprender más, es su silencio, ‘el silencio de María’. Ella permanecía en silencio, escuchando y guardando todas aquellas cosas en su corazón (Lc 2,19). María habla muy poco, ciertamente. De hecho, se han recogido en todos los Evangelios seis ocasiones o momentos en los que ha hablado. Así, del mismo modo que hablamos de ‘las 7 palabras de Jesús’ en su pasión (Lc 23,34), podemos hablar de ‘las 6 palabras de María’. Y todo lo que dice alguien tan callado y reflexivo como María debe ser importante. Es, por eso, por lo que, lectores de Madre y Maestra, quiero invitaros a lo largo de seis escritos, a reflexionar juntos sobre cada una de esas seis palabras, e intentar extraer aquello que podemos aprender y aplicar para nuestra vida de fe, para nuestra peregrinación en esta vida.
Las primeras palabras que se recogen de María las podemos leer en San Lucas, en un precioso diálogo que tuvo con el ángel en su Anunciación: «¿Cómo será esto posible, si no conozco varón?» (Lc 1,34).
Es posible que esta parte del Evangelio nos deje con una duda, sobre todo dependiendo de las traducciones: ¿qué diferencia hay entre la pregunta de Zacarías (Lc 1,18-25) y la de María (Lc 1,2638) ante el anuncio del ángel a ambos de que tendrían un hijo de manera excepcional? Ambos parecen dudar o buscar una explicación, ¿por qué a Zacarías le reprende y le castiga y a María se lo explica? La primera clave creo que está en la intención del corazón. Nosotros nos solemos quedar en la superficie (dos preguntas similares), pero Dios ve más allá: Dios ve lo que hay en el Corazón de cada persona.
Además, hay una diferencia sustancial que a veces pasamos por alto: Zacarías había pedido un hijo a Dios («Tu petición ha sido escuchada»), mientras que María estaba recién desposada y cumpliendo con los preceptos religiosos, que no quería romper. Ella, simplemente, quería saber cuál era el plan de Dios para Ella, quería conocer su voluntad, y Dios no se oculta a quien lo busca con corazón sincero, ni oculta su voluntad a quien quiera conocerla. De hecho, tan pronto le explica el ángel el plan de Dios, no sigue preguntando y responde con humildad.
Fijaos que su pregunta, a diferencia de la de Zacarías, nace desde la ‘fe’. No lo considera imposible, simplemente quiere saber cómo se hará. Y esa es una de las primeras cosas que podemos aprender de Ella, su ‘fe’. María es nuestra madre en la fe. Una fe madurada por las dudas. No tengamos miedo a las dudas en nuestro camino de fe, en nuestro peregrinar, porque son las dudas las que llevan a la fe al crecimiento. Cuando tengamos dudas, seamos humildes como lo fue María y presentémoselas al Padre como lo hizo Ella, y Dios, con paciencia y amor, nos las responderá.
Su pregunta, también, implica responsabilidad. «¿Cómo será esto posible, si no conozco varón?». Dicho de otro modo, podríamos actualizar la pregunta diciendo: ¿Tengo que alterar mis planes para cumplir la voluntad de Dios? Y nosotros, ¿nos hemos preguntado alguna vez eso mismo? Si la respuesta a esta pregunta fuese afirmativa, y sintiéramos que Dios nos pide que hagamos algún cambio… ¿cómo responderíamos? ¿Valoramos esa voluntad de Dios para hacer cambios, tal y como la valora quien encontró un tesoro o quien consiguió una perla de gran valor, según contaba Jesús (Mt 13,44-46)? Pensemos, con sinceridad, cuál sería nuestra respuesta.
Esa pregunta de María nace de un corazón obediente. Pero la obediencia no entendida como se entiende actualmente a nivel popular, a nivel de diccionario. La palabra obediencia, etimológicamente, viene del latín ‘ob audire’ (‘oír bien’). Y para oír bien, hay que escuchar, ha de haber un diálogo como el que mantiene con el ángel. Por último, María también fue valiente al realizar esa pregunta, pues no sabía cuál era la respuesta. Nuestro Dios es un Dios de sorpresas y se deja sorprender. Y nosotros, ¿nos dejamos sorprender por el Señor? ¿O lo tenemos ya como encasillado, enjaulado en nuestras convicciones, en nuestras ideas, hecho ‘a imagen y semejanza nuestra’? En conclusión, de María, de la primera de las seis palabras que pronuncia en todo el Evangelio, podemos aprender hoy su fe madurada con las dudas, su deseo de cumplir la voluntad de Dios, aunque suponga una alteración de sus planes, su obediencia, su valentía y su capacidad por dejarse sorprender. Pidámosle que sea una madre para nosotros ahora, y que nos acompañe siempre, que camine con nosotros, como una peregrina más, en este viaje que es la vida.