Corazón de acogida

Por: Jaime Ybarra

Solamente fijándose en su forma de hablar, se notaba cómo el agradecimiento afloraba por todo su cuerpo. Hacía ya un tiempo que le habían hecho un trasplante de corazón y, como si fuera un novato, su vida tenía motivaciones para hacer planes de futuro. Se lo contaba con emoción a su amigo Venancio.

“Ahora que con este corazón cedido siento la vida de nuevo, me hubiera gustado conocer a esa persona que me lo donó, para darle las gracias”.

¡Cómo son las ensoñaciones! Pensaba su amigo mientras le oía hablar. Nos acercan tanto a la ilusión que, casi las convierten en realidad. Pero el amigo Venancio no quería que todo quedara en una quimera sin respuesta. Siguió el juego de la fantasía, asumió el papel del donante anónimo y se inventó una contestación. “No tienes que agradecerme nada. Más bien soy yo el que te tengo que agradecerte a ti, dejar que mi corazón siga viviendo en tu cuerpo”.

Y el agradecimiento se convirtió en una realidad, porque las gracias se conceden allí donde son bien acogidas.

Me gusta pensar que cada vez que cuento alguna de estas historietas, algunos las hagan ‘reales’ en su propia vivencia. Por eso, intento contarlas de manera sencilla y cercana.

Hace poco, veía en un cartelón de una iglesia, la representación de un gran corazón de Jesucristo en el que se cobijaba una persona. Su interpretación dejaba las cosas claras. En el corazón de Jesús, todos tenemos cabida. ¿Quién lo puede dudar? Él vino al mundo, enviado por el Padre, para salvar a toda la humanidad. Y, sin embargo, hay quien duda, no sólo de su mensaje, sino también de la propia existencia de Dios.

Alguien me preguntó, cómo se podía hacer para que un descreído, un ateo, creyera. ¡Buena pregunta! Sobre todo, si piensan que es algo tan sencillo como, recetar un fármaco y la dosificación para su administración.

“Mire, vaya y compre unos comprimidos de Dios y lea con atención el prospecto con las palabras de Jesucristo. Cuando termine la dosificación ¡¡¡Creerá!!!”.

Hay algo muy importante, que es parte de nuestra fe cristiana. Es cierto que en el Sagrado Corazón hay sitio para todos, pero; ¿dejamos sitio para que el corazón de Jesucristo esté dentro de nosotros?

Me viene, en este punto, el recuerdo de la contestación ficticia que le dio Venancio a su amigo sobre el corazón de aquel donante anónimo recién trasplantado.

“No tienes que agradecerme nada. Más bien soy yo el que te tengo que agradecerte a ti, dejar que mi corazón siga viviendo en tu cuerpo”.

Nuestra Fe radica en dejar que el corazón de Jesús viva en nuestro cuerpo y sea fuente de vida.

No hay otra receta para creer. “Porque las gracias se conceden allí donde son bien acogidas”.

 

Foto: www.freepik.com

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