Un mártir de nuestro tiempo, Beato Pedro To Rot
Por: Thomas Augustin Ravaioli, IVE (Vice-Postulador)
Peter To Rot nació en 1912. Estaba casado y era padre de tres hijos. Su nombre se hizo famoso durante la ocupación japonesa de Papúa Nueva Guinea, el 4 de enero de 1942, que obligó al internamiento de todos los misioneros. Estos ya no podían vivir en las aldeas con la gente y atender a los cristianos. Sin embargo, Peter To Rot continuó su labor de catequista durante los años de guerra, bautizando, celebrando matrimonios, evangelizando y cuidando a los enfermos. Es decir, asumió responsabilidades en la parroquia y mantuvo unido al pueblo católico, sustituyendo al párroco durante cuatro años. Reunía regularmente a los niños y adultos para instruirles, dirigía los oficios dominicales, bautizaba a los niños, oficiaba matrimonios, visitaba a los enfermos y enterraba a los muertos. No es de extrañar que se le considerara la personalidad más destacada entre la población nativa católica durante todo el tiempo que duró la ocupación japonesa.
La policía y el ejército japoneses se enteraron del apostolado de Peter y muchas veces resultó amenazado. Pero él decía a sus amigos: “Quieren quitarnos la oración, pero yo haré mi trabajo”. El mejor amigo de To Rot, el padre Laufer, escribió: “A escondidas y de noche, To Rot rezaba con pequeños grupos, enseñaba, bautizaba y oficiaba matrimonios. Viajaba de un lugar a otro y animaba a los cristianos que permanecían ocultos”. Decía: “Nos han quitado a nuestros sacerdotes, pero no pueden prohibirnos ser católicos y vivir y morir como tales. Soy vuestro catequista y cumpliré con mi deber, aunque me cueste la vida”. Todo lo hacía sin temor a las posibles consecuencias y su principio era: “La obra de Dios lo es todo”, y a veces incluso hacía muchas horas de camino para llevar el viático a los moribundos.
En junio de 1944, los japoneses sabían que su derrota era inevitable y reunieron a los jefes de las aldeas para ganarse su favor y mantener su cooperación. Por ello aceptaron que la poligamia tradicional, proscrita por las iglesias cristianas y los gobiernos anteriores, sería legalizada para quienes demostraran ser amigos de los japoneses. To Rot sabía que esto era contrario a los principios cristianos y lo denunció firmemente. El Espíritu de Dios habitaba en él y proclamó sin miedo la verdad sobre la santidad del matrimonio. Se negó a tomar el ‘camino fácil’ que proponían. ‘Tengo que cumplir con mi deber como testigo eclesiástico de Jesucristo”, explicó. El miedo al sufrimiento y a la muerte no le amilanó, y durante su último encarcelamiento se mostró sereno, incluso alegre.
Decía a la gente que estaba dispuesto a morir por la fe y por su pueblo. Su esposa le rogó que abandonara su estilo de vida como catequista y aceptara lo que les imponían, pero Pedro le respondió: “No te preocupes por eso. Es mi deber morir por Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, y por mi pueblo”. Luego hizo la señal de la cruz, sin dar muestras de miedo ni de dolor, y le instó a su mujer que llevara a los niños a casa. Y la misma noche de su martirio dijo: “Estoy aquí por los que rompen sus votos matrimoniales y por los que no quieren ver avanzar la obra de Dios. Eso es todo. Moriré”. Efectivamente, esa misma noche vinieron unos médicos japoneses y le pusieron una inyección que acabó con su vida. Papúa Nueva Guinea perdió a su mejor catequista y la Iglesia ganó un defensor de la familia y del matrimonio.
Sólo siete años después de su muerte, el Vicario Apostólico de Rabaul, Monseñor Leo Scharmach,msc, impulsado por la creciente fama de martirio y la creciente devoción de los fieles del vicariato, decidió formar una comisión para una investigación preliminar sobre la vida y las circunstancias que rodearon la muerte de Peter To Rot. Desgraciadamente, a pesar del deseo y entusiasmo iniciales, los preparativos se demoraron hasta 1985, debido a que algunos miembros de su familia se habían alejado de los valores cristianos y estaban provocando escándalos públicos. El obispo Albert Bundervoet, msc, pidió que se retomaran y el proceso se reanudó en 1987, de manera que la “Positio Super Martyrio” se completó el 3 de diciembre de 1990 y el 2 de abril de 1993, en presencia de San Juan Pablo II, se promulgó el decreto sobre el martirio del Siervo de Dios, asesinado “in odium fidei” (“en odio a la fe”). La ceremonia de beatificación tuvo lugar el 17 de enero de 1995, en el estadio John Guise de la ciudad de Port Moresby, capital de Papúa Nueva Guinea, durante la que fue la segunda y última visita de San Juan Pablo II a estas tierras.