León XIII y los MSC

La relación del Santo Padre León XIII con nosotros, los Misioneros del Sagrado Corazón, bien se puede decir que resultó fluida y fraterna, además de comprometida en lo que respecta al tema de la evangelización. Además, la visión del Pontífice sobre el Sagrado Corazón era tremendamente coincidente con la del P. Julio Chevalier.

Por: P. José María Álvarez, msc, y Javier Trapero.

 

El primer momento de coincidencia del Papa León XIII con nuestra congregación, fue en 1878. La antigua iglesia de Santiago de los Españoles de Roma, situada en la actual Piazza Navona, estaba completamente en ruinas. Pertenecía, por aquel entonces, a la Corona Española. Ante tal despropósito, el Pontífice tomó personalmente cartas en el asunto y ordenó su reconstrucción. Una vez rehabilitada, nuestros hermanos de finales del siglo XIX, la reedificaron y dedicaron a Nuestra Señora del Sagrado Corazón. Por decreto del mismo Papa, fue trasladada allí la Archicofradía de Nuestra Señora del Sagrado Corazón, erigida previamente en san Andrés della Valle, y confiada su dirección a los Misioneros del Sagrado Corazón.

Madre y Maestra. León XIII - Chevalier. Chema Álvarez. Hermandad Misionera de Nuestra Señora del Sagrado Corazón. MSC

Enviados. Pero el punto de encuentro más importante entre este Papa y los Misioneros del Sagrado Corazón llegó tres años después, precisamente cuando se cumplían seis meses de la expulsión de Francia de todas las órdenes religiosas, un acto de despotismo que promoviera el masónico Gobierno francés de entonces. Su Santidad León XIII nos encomendó a los Misioneros del Sagrado Corazón la evangelización de las islas oceánicas, con unos vicariatos que habían abandonado, por imposibles, otras congregaciones, dadas las dificultades que entrañaba evangelizar lugares tan distantes y tan atrasados socialmente. Ciertamente, en los Estatutos primeros de la Congregación se consignaba ya que era su fin principal la predicación del Evangelio entre los infieles, a fin de que el Sagrado Corazón de Jesús fuera amado en todas partes. Pero la realidad de aquel momento histórico es que la Congregación acababa prácticamente de nacer y ni siquiera contaba con medios suficientes para mantenerse, más el agravante de un obligado exilio de su lugar de origen, Francia.

A pesar de eso, el 25 de marzo de 1881 el Cardenal Simeoni escribía al Padre Chevalier expresándole el deseo de la Santa Sede de que los Misioneros del Sagrado Corazón se encargaran de los dilatadísimos vicariatos de Melanesia y Micronesia, que incluían Nueva Guinea, Nueva Bretaña e islas adyacentes. La Congregación, con tan sólo 25 años de existencia, contaba apenas con 50 miembros; no obstante, el Padre Chevalier, siempre obediente a la voluntad de Dios y fiel a su deseo de servir a la Iglesia, aceptó sin reserva estas misiones, que habían resultado abandonadas por otros institutos religiosos a causa de los insuperables obstáculos que conllevaban.

Madre y Maestra. León XIII - Chevalier. Chema Álvarez. Hermandad Misionera de Nuestra Señora del Sagrado Corazón. MSC

Su bendición. Y así es cómo, en agosto de 1881, salía de Barcelona la primera expedición, compuesta por los PP. Durin, Navarre y Gramaille, y los Hnos. Durin y Fromm. A través del mismo Cardenal Simeoni, el Papa envió este mensaje a los misioneros: «Su Santidad León XIII bendice cordialmente al P. Durin, a sus compañeros, a los bienhechores, y a toda la Melanesia y Micronesia consagradas al Sagrado Corazón de Jesús». Y el P. Jouët, que era por entonces el Procurador de la Congregación, les despidió con estas sentidas palabras: «Partirán, pues, venerados compañeros, en nombre de toda la Congregación del Sagrado Corazón, y en nombre de la santa Iglesia católica. El crucifijo que se les va a entregar como recuerdo y herencia, se lo entrega nuestro Reverendo Padre Superior, que les ha elegido. Está bendecido por nuestro Santo Padre el Papa, que les ha aceptado y les ha confiado la misión de ir a evangelizar a los pobres de Oceanía».

Vocaciones. Enarbolando una bandera del Sagrado Corazón, que había bendecido el mismo Papa, llegaron estos misioneros pioneros a Nueva Bretaña, el 29 de septiembre de 1882, después de un duro periplo de trece meses. Esta primera expedición misionera fue el comienzo de un espléndido despertar proselitista. Y todos comprobaron el cumplimiento del vaticinio de León XIII, que afirmó al encargar tamaña empresa: «Emprended la obra de las misiones y las vocaciones se multiplicarán». Y surgieron vocaciones para toda clase de apostolado. La más sonada, la de Peter To Rot, catequista laico MSC, que murió mártir y será canonizado el 19 de octubre de este año por el Papa León XIV. Curiosa coincidencia entre ambos papas León.

Por su parte, León XIII también fue un enamorado del Sagrado Corazón de Jesús. No en vano, escribió la encíclica ‘Annum Sacrum’ dedicada a Él. En ella expresaba la misma idea que Julio Chevalier tuvo años antes: «Los males de la sociedad vienen de que la mayoría de los hombres se han apartado de Jesucristo y de su santa ley»

«¡Religiosos de toda edad, jóvenes o ancianos, levantad los ojos hacia vuestros ilustres Fundadores! ¡Sus máximas os hablan, sus estatutos os guían, sus ejemplos os preceden! ¡Que vuestra tarea más dulce y más santa sea el escucharles, seguirles e imitarles! Así han obrado la mayor parte de vuestros mayores, de vuestros veteranos, en circunstancias más arduas». León XIII lanzó esta proclama en una carta que dirigió a los Superiores Generales de las Órdenes e Institutos Religiosos.

Annum Sacrum. El tercer punto de conexión entre Misioneros del Sagrado Corazón y el Papa León XIII es el amor, precisamente, al Sagrado Corazón. Nuestro fundador, el P. Julio Chevalier, y León XIII compartían la misma visión.

Madre y Maestra. León XIII - Chevalier. Chema Álvarez. Hermandad Misionera de Nuestra Señora del Sagrado Corazón. MSC

El P. Julio se encontraba tremendamente conmovido por los males que hacían sufrir a la gente de aquella época. Fue capaz de descubrir que la solución a estos ‘males’ de la sociedad se encontraba en la revelación del amor compasivo del Padre. El amor que brota del corazón traspasado de Cristo en la cruz. Animado por ese amor y acompañado por el Espíritu Santo, decidió fundar la congregación de los Misioneros del Sagrado Corazón. Tenemos en nuestra esencia espiritual esta imagen del amor derramado y la misión de que todos conozcan este amor de Dios. Nuestro fundador lo expresó con el lema: «¡Amado sea en todas partes el Sagrado Corazón de Jesús!» (Const. 5). Por su parte, León XIII también fue un enamorado del Sagrado Corazón de Jesús. No en vano, escribió la encíclica ‘Annum Sacrum’ dedicada a Él. En ella expresaba la misma idea que Julio Chevalier tuvo años antes: «Los males de la sociedad vienen de que la mayoría de los hombres se han apartado de Jesucristo y de su santa ley» (Annum Sacrum, n. 6). Añade: «En el Corazón de Jesús están todos los tesoros de sabiduría y ciencia; en Él se halla una fuente inagotable de todos los bienes celestiales» (Annum Sacrum, n. 7).

Curiosamente, habla también de la misma imagen de la sangre que brota del corazón de Cristo, coincidiendo con el P. Chevalier, en su idea e interpretación: «A Él debemos ir como a manantial de salvación, porque de Él brotan gracias sin número que purifican, encienden, fortalecen y consuelan» (Annum Sacrum, n. 4).

Consagración. Personas destacadas dentro de la Iglesia, entre ellos también el P. Chevalier, habían solicitado directamente a León XIII la consagración del mundo al Sagrado Corazón. Así, como un acto más que solemne de reparación y entrega, el Santo Padre propone esta consagración en su encíclica ‘Annum Sacrum’. «Al consagrarse al Corazón de Jesús, el género humano se acercará más a su divino Autor, y por esta devoción se avivará cada vez más el amor a Dios y a los prójimos» (Annum Sacrum, n. 8). Al final de la encíclica realiza esta consagración: «Le consagramos, pues, solemnemente al Sagrado Corazón de Jesús el género humano entero, con la esperanza de que, por esta consagración, florezca la libertad, la tranquilidad y el orden» (Annum Sacrum, n. 11).

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