El Sagrado Corazón, don total de Dios
Por: P. José María Álvarez, msc
El Corazón de Jesús es el Corazón de Dios, el centro del amor divino, el órgano del amor del Verbo encarnado por los hombres. El Corazón representa al Jesús total, el resumen viviente de su adorable persona. En Él se encuentran todos los tesoros de la Divinidad. Su Corazón es el centro moral de todos los mundos, el altar misterioso en que ofrecen todos los sacrificios y donde se quema el incienso de todas las criaturas. Su Corazón es el lazo sagrado que une el cielo y la tierra y aúna todas las cosas con Aquél de quien todo emana. En este Corazón Dios se nos da por completo. ¡Sí! Así se entrega Dios a sí mismo totalmente, porque es todo amor. Él experimenta una necesidad suprema, hambre y sed infinitas de darse a sí mismo. Plenitud infinita, océano insondable y sin límites, que quiere extenderse por todas partes. Como una inundación que recubriera todo el mundo, con y por su amor, se ha extendido por todas partes por medio del Verbo Encarnado. Ese Verbo procede de las insondables profundidades del Corazón de Dios, que lo ha engendrado igual a sí mismo. Y Dios es el mismo amor: “Deus Charitas est”. Este amor infinito, que constituye las profundidades más íntimas de Dios, y forma su naturaleza, se ha encerrado en un corazón humano, el Corazón de Jesús.
Por eso Dios se deleita en este divino Corazón, ese Corazón con el que nos ama, su sacramento viviente. A través del Corazón de Cristo, el amor de Dios, Dios mismo, se difunde sobre el mundo y sobre los hombres. ¿Cómo? Dándose a sí mismo y comunicándose por la gracia. Esta comunicación, este don, no es solamente una manera de hablar, es un hecho maravilloso. Participamos realmente de su naturaleza y le poseemos de un modo personal y real.
La devoción al Sagrado Corazón es esencialmente social. Hoy la teología no está muy de moda. La gente piensa que pueden prescindir de ella y esto motiva que la sociedad esté agonizando. Sí, está muriéndose porque hace tiempo que la gente lo está intentando todo para materializarla y por eso agoniza al carecer de ella. Es un hecho; y Nuestro Señor, que según dice san Pablo (Ef 1,9), vino para restaurar todas las cosas, en su amor ha querido proporcionarnos un remedio soberano a este mal terrible que está matando a las almas. Este remedio, donde la dulzura va unida a la eficacia, tiene un aspecto nuevo y una fuerza seductora. Contiene la quintaesencia de todo lo que puede devolver rápidamente la vida social a los pueblos que la han perdido. Este remedio es la Devoción al Sagrado Corazón de Jesús. Ella, en sí misma, contiene todo un mundo de teología. Esta devoción tiene muchos encantos, está también muy ideada para atraernos, que basta conocerla bien para ser seducido y amarla. Su alcance es inmenso. Lo contiene todo: dogma y moral; el pasado, el presente y el futuro. Cuando uno la pone en práctica, su influencia espiritual penetra de un modo irresistible. Por eso afirmamos que esta devoción es esencialmente social y restauradora.
Contemplando el símbolo del Corazón de Jesús. El piadoso cartujo Landsberg, discípulo de san Bruno, aconsejaba lo siguiente a uno de sus hermanos en religión: “Queridísimo hijo, toma gran interés en reverenciar y honrar al Corazón del buen Jesús, ese Corazón que desborda amor y misericordia. Hónrale asiduamente con veneración constante. Bésale y entra con el pensamiento en este Corazón que está siempre abierto. Pídele cuanto desees; ofrécele todas tus acciones, pues es el vaso que contiene todas las bendiciones celestiales y la puerta por la que nosotros vamos a Dios y Dios viene a nosotros.
Coloca alguna imagen de este divino Corazón en algún lugar por donde tú pases a menudo.
Avivará en ti el amor hacia Dios y te recordará que le ofrezcas todo lo que hagas. Mirándole, ofrece tu propio corazón a Dios; luego, recogiéndote por unos instantes en tu mente, sin ruido de palabras, o usando palabras si pueden ayudar, suplícale con gemidos al Señor pidiéndole la purificación de tu corazón y la unión de tu voluntad con el Corazón de Jesús, que es como decir con la voluntad de Dios.
Cuando le dirijas tus oraciones, cree que de su amable Corazón atraerás hacia el tuyo su espíritu, su gracia, sus virtudes y todo lo que llamamos santo; Él es inmensurable. El Corazón de Jesús está lleno verdaderamente de todos esos tesoros. Es una práctica muy útil y piadosa honrar devotamente el Corazón de Jesús. En tus necesidades, busca en Él tu refugio, con el fin de recabar por Él toda la sabiduría, toda la gracia y fortaleza que necesites”.